martes, 21 de julio de 2009

Cuento del Valle de la Felicidad 欢乐谷

El Valle de la Felicidad se encuentra a las afueras de la capital del Reino del Gran Dragón y dicen los sabios, en especial los agentes turísticos, que todo aquel que se atreva a adentrarse en él encontrará la diversión y el espanto que brotan de la Fuente del Peligro. El perdido reino de la Atlántida, el salvaje imperio maya, la antigua civilización griega y una divertida colonia de hormigas conviven en tan fantástico valle.


El Príncipe ya visitó antaño tan peligroso y a la vez excitante lugar, pero no contento con ello decidió convencer a sus compañeros de aventuras para repetir la visita, con el resultado de que acabó yendo dos veces en la misma semana.


La mejor manera de comenzar un caluroso día es poniéndose a remojo, pero cuando compruebas que lo que debería ser un inocente chorro de agua se convierte en las cataratas del Niágara, mejor usar el impermeable.






Encontrarse con el dios Apolo no es buen presagio, ya que si te invita a montar en su carro dorado, aquel con el que conduce el sol a través del firmamento, es posible que experimentes qué significa el movimiento de rotación de un astro a un nivel muy íntimo...



Ese día el Príncipe aprendió que no debe explotar ni aun al más diminuto de sus vasallos, ya que es posible que éste tenga contactos en las altas esferas...


Los mayas constituyen una cultura fascinante capaz de desatar hasta límites insospechados la pasión de los exploradores. Cuidado con perderse en los traicioneros pasadizos de sus palacios...



...O os convertiréis en una ofrenda para sus dioses.

Y si perdéis el rumbo, no os molestéis en preguntar la dirección correcta, pues los habitantes del Valle de la Felicidad ni hablan, ni oyen, ni ven.


A pesar de los riesgos que se esconden tras cada árbol, el Valle de la Felicidad oculta el secreto más simple que guarda el hombre: el placer de compartir un día de diversión junto a unos buenos amigos.


Y como no, siempre hay un lugar para la gran familia del pasado.

domingo, 19 de julio de 2009

Érase una vez tras la censura


El Gran Dragón robó entonces el cuento del Príncipe Chino y le impidió continuar escribiendo su historia por un tiempo, pues las garras del Gran Dragón guardan celosamente aquello que cree que puede perjudicarle. De este modo, la magia visual de youtube y el gran libro de experiencias blogueras quedaron enterrados en lo más profundo de la guarida del Gran Dragón, inaccesibles a todo aquel navegante que recurriera a la red...

Pero el poder del Gran Dragón no es infinito y sus dominios no van más allá de la Gran Muralla que construyó para protegerse, una muralla que de poco sirve ante los ataques de los microscópicos virus H1N1 o la violencia nacida de la venganza y la incomprensión cultural en una provincia tan remota como la de Xinjiang.
Desde hace ya más de una semana, el Príncipe disfruta de los placeres del Reino a orillas del Mar Mediterráneo, de su familia y de sus amigos. Sin embargo, no olvida que aún debe acabar de relatar las últimas páginas de su cuento, ya que una historia sin final es como una puesta de sol oculta tras las nubes, bastante común pero imperfecta.


Próximamente escribiré estos últimos capítulos, pero antes os mostraré algunas imágenes llenas de luz y muy alejadas ya de la cenicienta Beijing.