El Gran Dragón robó entonces el cuento del Príncipe Chino y le impidió continuar escribiendo su historia por un tiempo, pues las garras del Gran Dragón guardan celosamente aquello que cree que puede perjudicarle. De este modo, la magia visual de youtube y el gran libro de experiencias blogueras quedaron enterrados en lo más profundo de la guarida del Gran Dragón, inaccesibles a todo aquel navegante que recurriera a la red...
Pero el poder del Gran Dragón no es infinito y sus dominios no van más allá de la Gran Muralla que construyó para protegerse, una muralla que de poco sirve ante los ataques de los microscópicos virus H1N1 o la violencia nacida de la venganza y la incomprensión cultural en una provincia tan remota como la de Xinjiang.
Desde hace ya más de una semana, el Príncipe disfruta de los placeres del Reino a orillas del Mar Mediterráneo, de su familia y de sus amigos. Sin embargo, no olvida que aún debe acabar de relatar las últimas páginas de su cuento, ya que una historia sin final es como una puesta de sol oculta tras las nubes, bastante común pero imperfecta.
Próximamente escribiré estos últimos capítulos, pero antes os mostraré algunas imágenes llenas de luz y muy alejadas ya de la cenicienta Beijing.
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