jueves, 1 de enero de 2009

Feliz Año Nuevo

¡Feliz Año Nuevo!

El Reino del Gran Dragón es un lugar misterioso y sus costumbres muy extrañas. Realmente es difícil sentir el espíritu navideño y estas fiestas se ven empañadas por la rutina de todos los días. Es Nochevieja y tengo el primer examen de los finales.
Después, unos cuantos caballeros y damas de la alta Torre de los Guerreros celebramos la última cena del año en nuestro restaurante japonés de confianza. No sólo es la última cena del año, sino la última cena allí, porque una orden de derribo se hará efectiva en el nuevo año. Con gran nostalgia y con pocos aires de fiesta nos despedimos de las camareras, camarero y la comida que tantas veces nos ha salvado el mediodía o la noche y que también ha podido degustar la familia y amigos del Príncipe.
Como harían siete horas más tarde nuestros compatriotas, nos sentamos frente al televisor en busca de algún canal chino que despida el año. Ni anuncios de cava ni aceite, ¿cuál fue el último y el primer anuncio del año? Nos reunimos en un sitio familiar, la habitación de Jaime, a pesar de que él no está con nosotros. Sin campanadas, pero con "cacerolada", cada uno se come las uvas a su ritmo y finalmente brindamos con champán chino, del que nadie soporta más de un sorbo.


Tras las uvas, la fiesta estaba asegurada. Teníamos las entradas desde hacía unos días para la fiesta más popular de la ciudad, pero no sabíamos que la música sería techno, minimal, house y demás adjetivos que sólo pueden calificar sonidos parecidos al ruido, pero con algún tipo de patrón. Cuando llegamos, no nos pidieron la entrada y parece ser que entramos por la salida... Al final, la fiesta no estuvo tan mal. Había mucha gente conocida, con la que no podías hablar por el ruido, digo, música. Como cantaba Mecano, acabamos "colándonos en la fiesta" y viendo "muchas chicas guapas, pero ninguna sola".

Sólo una buena costumbre pudimos conservar, aunque hizo falta el esfuerzo de dos fuertes guerreros y una brava amazona. A la mañana siguiente, o más bien al mediodía siguiente, desayunamos churros con chocolate caliente. ¡Gracias, abuela, de nuevo por la churrera!

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