El Príncipe compartió con cuatro bellas damas españolas los pasos más complicados, las vueltas más huracanadas y, por encima de todo, sudor y risas...
Compañeros y maestros acudieron al Gran Baile de Clausura para animar con sus gritos a unos avergonzados, pero felices, danzarines. A veces, el lenguaje corporal es mucho más efectivo que las palabras.
También se entregaron premios a los mejores delegados, mejores estudiantes y a aquellos que mejor supieron combatir la pereza y asistieron a clase una mañana tras otra. Que un hada aburrida hiciera desaparecer algunas de las faltas de asistencia del Príncipe es la única explicación lógica para que también él se encontrara entre los afortunados.Liberados ya de la magia de la danza y sus vistosos atuendos, la clase de guerreros del nivel G acudió a un banquete sin cerdo ni alcohol, no para llorar su despedida, sino para celebrar que los últimos meses fueron excepcionales y que se han creado lazos que atan continentes.

¡Gracias a la bella doncella Lídia, que consiguió con mucha paciencia que mi piernas y brazos se coordinaran al compás de la música!
No hay comentarios:
Publicar un comentario