Una semana de principios de marzo, el joven Príncipe recibió la alegre noticia de una inminente visita: su compañera de armas Sandra acudiría a la capital del Reino del Gran Dragón para lidiar con la burocracia. Y recurrió a la hospitalidad del Príncipe para encontrar refugio tras unas semanas de incesantes viajes.
Sandra es una aguerrida viajera que ha recorrido incontables caminos en el mundo, y allá donde ha ido se ha ganado el corazón de sus anfitriones y ha forjado nuevas amistades de diferentes reinos. Ha contemplado la cuna del chocolate belga y probado el éxtasis de los placeres holandeses; ha convivido con sicarios italianos y conmovido sus corazones; se ha adentrado en las selvas tropicales y bañado en aguas cristalinas del sudeste asiático; incluso ha vivido de cerca las consecuencias del terremoto de Sichuan. No necesita compañía, pues ella sola se basta para hacer frente a los temibles dragones que acechan en la oscuridad. Ciertamente, es una valiente doncella que teme pocos lugares y que le ha mostrado al Príncipe que algunas aventuras son más dulces en soledad.
En Beijing, Sandra degustó de nuevo la exquisita ambrosía de su Reino y disfrutó de la compañía de compatriotas que, como ella, se instruyen en la lengua del Gran Dragón. Sin querer, se encontró con una familia, de hasta hace unos meses, completos desconocidos, con los que compartió los manjares más preciados y completos desayunos.
Aunque Sandra visitó parte de la capital en soledad debido a los compromisos del Príncipe, también tuvo un compañero de aventura llegado desde el País del Sol Naciente, Japón, un mallorquín llamado Juanjo. Su anfitrión Lluís también se sumó cuando pudo al tour que durante ese mes y el siguiente se repetiría un par de veces más.
Sandra, gracias otra vez por sumarte al complot cumpleañero, me hizo mucha ilusión; gracias por tu video digno del youtube y por la relajante mascota que me dejaste como obsequio. Aún quedan muchas páginas en nuestros cuentos y espero que algún día podamos escribir algunas de esas páginas juntos, pues envidio tus aventuras...
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