Y el Príncipe llegó de nuevo al Reino del Gran Dragón.
Un largo viaje, con sólo la compañía de los recuerdos y continuos dejavus bañados en un sueño inquieto, es capaz de acabar con la energía y ánimos de cualquier caballero, por mucho mundo que haya recorrido y muchas despedidas que haya tenido que soportar. Sin embargo, los amigos -familia- del Príncipe, aquellos que aún permanecerán en el Reino del Gran Dragón durante otro año, están en el aeropuerto esperándolo para darle una calurosa bienvenida y recordarle que todavía quedan muchas aventuras para este cuento. Empieza un nuevo día gris en la capital del Imperio repleto de trámites y mudanzas, pero el Historiador Jaime está a su lado para ayudarle en todo lo posible.
La Torre de los Guerreros no ha cambiado en absoluto, a excepción de un par de detalles: las hijas del Gran Dragón parecen haber aprendido otra lengua y un hechizo, de permanencia dudosa, protege las habitaciones de los guerreros contra los seres inmundos que habitan el subsuelo, las cucarachas. La nueva cámara principesca es idéntica a la interior, salvo por las vistas, y promete convertirse en un hogar en unas semanas.
La instrucción en el dominio de la lengua del Gran Dragón ya ha dado comienzo. Los compañeros del Príncipe proceden en su totalidad del más lejano Oriente, de allí donde nace el sol, y son mucho más diestros que él manejando sus armas. Vistos como rivales, la competición promete ser dura pero, como maestros, ofrecen muchas posibilidades de aprender. Las clases exigirán mucho esfuerzo y no habrá demasiado tiempo para el descanso.
Las más grandes batallas se avecinan. Los viejos guerreros son menos, nuevos ejércitos llegan guiados por el Hada del Destino ICO, el Gran Dragón afila sus garras... Menos mal que aún se conservan los buenos hábitos y nunca faltan los mejores banquetes en este Reino, gracias a un estupendo cocinero y pinches y a la gentileza del Sabio Rafa que, acompañado de la alegre Mireia, ha obsequiado a sus compañeros con la mejor carne de su Reino natal.
Un largo viaje, con sólo la compañía de los recuerdos y continuos dejavus bañados en un sueño inquieto, es capaz de acabar con la energía y ánimos de cualquier caballero, por mucho mundo que haya recorrido y muchas despedidas que haya tenido que soportar. Sin embargo, los amigos -familia- del Príncipe, aquellos que aún permanecerán en el Reino del Gran Dragón durante otro año, están en el aeropuerto esperándolo para darle una calurosa bienvenida y recordarle que todavía quedan muchas aventuras para este cuento. Empieza un nuevo día gris en la capital del Imperio repleto de trámites y mudanzas, pero el Historiador Jaime está a su lado para ayudarle en todo lo posible.
La Torre de los Guerreros no ha cambiado en absoluto, a excepción de un par de detalles: las hijas del Gran Dragón parecen haber aprendido otra lengua y un hechizo, de permanencia dudosa, protege las habitaciones de los guerreros contra los seres inmundos que habitan el subsuelo, las cucarachas. La nueva cámara principesca es idéntica a la interior, salvo por las vistas, y promete convertirse en un hogar en unas semanas.
La instrucción en el dominio de la lengua del Gran Dragón ya ha dado comienzo. Los compañeros del Príncipe proceden en su totalidad del más lejano Oriente, de allí donde nace el sol, y son mucho más diestros que él manejando sus armas. Vistos como rivales, la competición promete ser dura pero, como maestros, ofrecen muchas posibilidades de aprender. Las clases exigirán mucho esfuerzo y no habrá demasiado tiempo para el descanso.
Las más grandes batallas se avecinan. Los viejos guerreros son menos, nuevos ejércitos llegan guiados por el Hada del Destino ICO, el Gran Dragón afila sus garras... Menos mal que aún se conservan los buenos hábitos y nunca faltan los mejores banquetes en este Reino, gracias a un estupendo cocinero y pinches y a la gentileza del Sabio Rafa que, acompañado de la alegre Mireia, ha obsequiado a sus compañeros con la mejor carne de su Reino natal.
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