martes, 24 de febrero de 2009

Cuento de Hainan 1ª. parte

La isla de Hainan, junto con otras islas menores, se encuentra en la zona más meridional de China y, por ello, cuenta con un clima tropical y unas temperaturas veraniegas durante todo el año. El Mar de China baña sus costas, y una fina y blanca arena sirve de alfombra a los millares de cocoteros que pueblan las playas. Sanya es la segunda ciudad más importante y la más atractiva para el turista por su amplia oferta de ocio.
Esperando contemplar tal paraíso terrenal y nadar en sus aguas cristalinas, el Príncipe y sus amigos Jaime, Cayita, Paula y María José emprendieron un largo viaje por los nublados cielos del Reino del Gran Dragón en busca de un lugar donde protegerse del frío septentrional.
Eran días para el descanso. Sólo había que tumbarse y disfrutar de los rayos del sol y las caricias de las olas. Aunque algunos prefirieran cavar piscinas particulares.

La visión de tanta belleza podía llegar a petrificar a los mortales cual Sirenita en Copenhague.
Podía incluso llevarlos a la locura...


La brisa jugaba por primera vez con doncellas de tierras lejanas...

Aquel mar paladeaba por primera vez también sabores mediterráneos...















Podías ir disfrazado a la moda hawaiana por la calle y vestir pijama todo el día...


La comitiva vacacional llegó hasta la roca que marca los confines de un mundo antiguo, ya desaparecido.


Era el instante de observar cómo un viejo sol se disponía a yacer sobre un lecho de coral...






Pero a la mañana siguiente, una nueva aventura enloquecía a tan extraños viajeros por aquellas tierras, hasta conducirlos a la Isla de los Monos.


Aunque, como ya sabéis por este cuento, los hijos del Gran Dragón tampoco están muy cuerdos y prefieren llevar a la playa chalecos salvavidas de avión en vez de flotadores, colchonetas y manguitos.

Muchos de ellos, esta vez locos de amor, ya preparan las fotos de su boda meses antes de tan afortunado día. Así podrán deslumbrar a sus invitados con el blanco resplandor de su...amor.


Y este cuento no ha hecho más que comenzar...

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