viernes, 27 de febrero de 2009

Cuento de Yangshuo


A una hora de Guilin, con la compañía de un borracho en el asiento de detrás y con chinas gritando por haber sido timadas por otras chinas y sin más remedio que sentarse en minitaburetes en el estrecho pasillo del autobús, se encuentra el atractivo pueblo de Yangshuo. Asentado en medio del tradicional paisaje kárstico chino, esta población ha desarrollado su lado occidental mucho más que otros lugares del Reino del Gran Dragón. Desayunos ingleses, pizzas, hamburguesas, cafés, souvenirs, guías turísticos, etc. son fácilmente localizables a precios no demasiado desorbitados.

El Príncipe y sus amigos encontraron en este paraje de extraordinaria belleza el lugar ideal para disfrutar de la naturaleza y realizar diversas excursiones: un día en bicicleta de dos personas, con los peligros que ello conlleva, atravesando el barro más traicionero y los caminos más angostos...


Otro día en balsa de bambú, contemplando desde el río las curiosas formas de las montañas y las cocinas de los barcos más grandes...

Así, descubrieron la mano de un antiguo gigante, ya cubierta por la vegetación...

...desde todos los puntos de vista.
¿Quién ve la gallina y el pulgar levantado en esta fotografía?

Incluso aprendieron un truco de magia: plasmar en un billete de 20 yuanes el paisaje que se alzaba ante ellos.
Y ya cargados con el aire más puro y rebosantes de energía, el grupo se decidió a realizar una larga caminata de más de 7 kilómetros en busca de la morada de la luna en la tierra, una montaña, en cuya cima se ha formado un orificio en el que puede descansar tranquilamente la diosa Selene.
Tanto desgaste energético era compensado con deliciosos manjares en un restaurante muy bien anunciado: "La Lonely Planet no nos menciona, pero estoy seguro de que éste es un buen sitio para ti." Aunque debías tener precaución y evitar encontrarte con el ogro Peter...

Acostumbrados a las comodidades palaciegas, nuestros amigos tuvieron que buscar otros sitios más extravagantes para cumplir con la higiene personal, pues los hijos del Gran Dragón no ponen enchufes en los cuartos de baño y el reflejo de la placa dorada de las lámparas, entre las literas, es tan buen lugar para afeitarse como otro cualquiera.

Antes de partir, una puesta de sol desde el cielo, en globo...

En este punto, el Príncipe abandona inesperadamente el viaje, pues el destino le pide, tal vez sin demasiado tacto, que vuelva a la ahora menos gélida y cenicienta Beijing. Es una dura prueba que debe superar antes de continuar, antes de vislumbrar la victoria. Sin embargo, el camino prosigue para Cayita, Paula, María José y Jaime, que con rumbo sur visitan Zhaoqing, Cantón, Shenzhen y Hong Kong.
Y aún no está todo contado...

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