jueves, 28 de febrero de 2008

Érase otra vez

En el Reino del Gran Dragón, las calles ya no huelen a pólvora y las casas no visten ya sus farolillos rojos. Todo vuelve de nuevo a la normalidad: caminos desgastados por el tráfico, muchedumbres ocupando el más estrecho de los huecos...y unos guerreros que retoman su instrucción en la lengua del Gran Dragón.
El camino que han de seguir es más duro que el tramo recorrido. Muchos comienzan ya a sudar y a mirar atrás, hacia los reinos que dejaron; otros preparan sus escudos ante las embestidas del Gran Dragón; pero todos conocen quién combate a su lado, todos saben que la batalla aún no ha acabado y que la lengua de este Reino pronto sucumbirá a nuestros pies.
Muchas son las páginas que se han de escribir y nuevos personajes aparecen en la historia, como la joven Lidia, la novia de Dani, que acude en ayuda de su caballero. Algunos dejarán la torre en busca de un hogar mejor, mientras que otros huirán de ruinosas cuevas en busca de lo más alto. Tal vez se forjen nuevas alianzas o se descubran viejas intrigas.
Y no olvidaré relataros el Cuento de las Tres Princesas en el Reino del Gran Dragón, pues son muchas las historias que deben ser contadas. En efecto, los hijos del Gran Dragón pusieron a prueba nuestra paciencia, misteriosos carruajes cruzaron la noche, en un pequeño pueblo se detuvo el tiempo, nuevos viajeros completaron la caravana y, sobre todo, la luz del sol abrió los ojos de aquellos durmientes sumidos en un profundo sueño. Desafortunadamente, el Príncipe se ha quedado ciego tras la pérdida (o robo) del mágico instrumento cazador de bellos momentos.
Buscaré y buscaré una solución, hasta que en este cuento aparezca más de una ilustración.

miércoles, 13 de febrero de 2008

Cuento de las Tres Princesas

Ayer tres Princesas de la mágica isla a orillas del Mediterráneo llegaron al Reino del Gran Dragón, para disfrutar de los encantos y misterios de estas tierras. El tiempo parece acelerarse y las horas no bastan para ver todos los rincones curiosos de la capital. Sin embargo, para ser felices sólo necesitamos pasar ese tiempo fugaz JUNTOS. Para mí, son una brisa de aire fresco, tres deseos concedidos, el dulce chocolate de Hansel y Grettel...
Mañana partimos rumbo a Xian y Pingyao, dos de las ciudades más antiguas de China. Allí nos esperan más sorpresas: miles de guerreros se alzaran en armas desde lo más profundo de la tierra, inexpugnables murallas nos cortaron el paso y los hijos del Gran Dragón nos pondrán a prueba. Encontraremos manzanas envenenadas, afiladas ruecas y el constante acecho del Gran Dragón.
Una aventura que no os podéis perder...a la vuelta...
Continuará...

martes, 12 de febrero de 2008

Cuento del Puente de Marco Polo

Érase una vez un aventurero italiano, llamado Marco Polo, que cierto día escribió estas palabras:



"Sobre este río se encuentra un muy bello puente de piedra, tan bello en realidad que hay pocos en el mundo que lo igualen." (Diario de Marco Polo)

Así describía este gran viajero veneciano en el siglo XIII el puente más antiguo de Beijing, que cruza el ya seco río Yongding. Su nombre no tiene más misterio que el de que Marco Polo fue el primero en presentarlo al mundo occidental, y la fama del puente se debe en gran medida no a sus palabras de elogio, sino al incidente del 7 de julio de 1937 por el que comenzó la Segunda Guerra Sino-Japonesa.
De nuevo, Judit, Dani y yo, convertidos en modernos Marco Polos, montamos a caballo (y en camello) para visitar tan elogiado monumento y dar fe de las palabras del explorador europeo. En realidad, cogimos dos autobuses y gastamos dos horas de nuestra vida en llegar allí, pues el transporte público y la información no es uno de los puntos fuertes del Gran Dragón. Otra vez la guía de autobuses se convirtió en nuestra estrella polar, ya que si sigues las direcciones de cualquier chino es más probable que llegues al Reino de Oz siguiendo el camino de baldosas amarillas (o escupitajos), que a tu verdadero destino.

Dadas las fechas en las que nos encontramos, lo último que podíamos esperar era turistas admirando el puente. Y, en efecto, éramos los únicos pieles blancas en muchos kilómetros a la redonda. ¡Sorpresa! Las tiendas estaban cerradas y nadie nos atosigaba intentando vendernos algo, aparte de la entrada. Libres cual palomas en Barcelona (en Beijing las tienen enjauladas como si fueran tesoros), paseamos a nuestras anchas, sin multitudes, por el recinto. Nada más llegar, unas graciosas esculturas nos dieron la bienvenida y nos enseñaron que la antigua ropa para niños sigue de moda, como hemos podido comprobar en muchas ocasiones.

El puente tiene una longitud de 266,5 metros y está construído con piedra de granito gris. Su peculiaridad es que alberga sobre sus pilares alrededor de 500 leones, cada uno diferente al resto y con crías entre las patas o sobre el lomo de los padres. Algunas de las figuras son enternecedoras.



Cerca del puente se encuentra el Castillo de Wanping (un conjunto de hutones amurallado), donde se alza el Museo de la Guerra de Resistencia contra Japón. Aquella tarde sólo éramos tres centinelas vigilando las murallas, y estábamos más interesados en lo que sucedía en el interior de ellas que en contemplar las vistas hacia la carretera.


Desde las alturas, era más fácil observar las estrechas calles entre las casas, los rincones donde se almacenaba la basura (¿alguien ha visto un container?), los pescados colgados en la pared, las antenas hechas de latas de refresco, los gatos, vivos o muertos por hipotermia, sobre los tejados...

En definitiva, he concluído que los canales, las góndolas y los palacios venecianos debían aburrir extremadamente a Marco Polo, para que se fijara de tal manera en un puente como este, situado en los suburbios de Beijing.















Aunque si Marco Polo se topó con unos niños tan encantadores como estos, ya puedo entender por qué su vista quedó cegada ante tanta inocencia y belleza...


lunes, 11 de febrero de 2008

Cuento de Año Nuevo Chino (4ª y última parte)

No satisfechos con lo que habíamos visto del Año Nuevo chino, al día siguiente decidimos visitar otro parque en busca de más ferias. Esta vez se trataba del Parque de Chaoyang, uno de los más grandes de la ciudad. Armados con la guía de autobuses, montamos nuestros corceles. Dani, de vuelta en Beijing, también se unió al grupo.
Como toda la vegetación en Beijing ahora, el gris vestía césped, arbustos y árboles (los pocos que tenían hojas), y los lagos y riachuelos estaban helados. No obstante, descubrimos muchas áreas de picnic, que prometían grandes comilonas en primavera y otoño. Además, este parque acogerá durante las Olimpiadas 2008 las competiciones de volley-playa.

Desafortunadamente para nosotros, el autobús nos dejó en la puerta norte, y toda la ambientación estaba en la sur. Cruzar el parque nos llevó más de media hora, pues, como ya he dicho muchas veces, Beijing está hecho a lo grande y es fácil sentirse un liliputiense.


Lo primero que vimos al llegar a la zona de la feria fue una mini-pista de esquí, donde podías lanzarte sobre tus esquís, trineos, flotadores e incluso conducir una moto de nieve. Todo más o menos mezclado, con los riesgos que esto conlleva. Después, la zona infantil reservaba grandes aventuras a aquellos valientes que se atrevieran a penetrar en los castillos hinchables o a los escaladores más atrevidos.

A diferencia de la feria del día anterior, en esta encontramos además muchas atracciones, en las que no nos montamos por cuestiones de dudosa seguridad y por unos precios algo elevados visto lo que se ofrecía (¿2,5 euros por subir a una montaña rusa de 15 segundos y sólo un looping? ¿Estamos locos o qué?). En las casetas de "prixe asegurado", vimos que uno de los juegos consistía en romper bombillas lanzándolas desde un agujero y haciéndolas caer sobre una plataforma de metal... Esta vez, si necesitabas ir al servicio, no había que buscar el toilot, sino a la mariquita.


El hambre nos obligó a comprar pinchitos para comer, pero hoy puedo decir que ¡sin consecuencias intestinales! Seguimos el recorrido por la feria, y comprobamos que cualquier sitio es bueno para vender aparatos limpiacristales y armas en potencia. Otras culturas también tenían su espacio reservado en la fiesta china: sobre el escenario actuaron un grupo africano, unas cantantes rusas y unos...occidentales...que sólo pegaban botes y gritaban, pese a que eran una de las principales actuaciones, o eso pensamos al ver una foto suya colgada en la entrada del parque.

Para rematar la tarde, comimos churros con chocolate (también estaba la opción de comértelos con suger). Ay, abuela, nada que ver con los tuyos, no sabían a nada... Por cierto, los churros se llamaban "fruta latina" en chino.








¿Os gusta la foto que he planeado colgar en alguna página de contactos para encontrar a mi amor verdadero? Con fondo de almendro en flor de plástico, corazoncitos colgados de las ramas, etc. ¿Quién necesita un zapatito de cristal teniendo internet?

Es broma, no tengo página de contactos, que seguramente alguien lo dudará.

domingo, 10 de febrero de 2008

Cuento de Año Nuevo chino (3ª parte)

Cual salmones ahumados por la experiencia del templo, pusimos rumbo al parque del Templo Ditan, Templo de la Tierra, en contraposición al Templo del Cielo.

Pero antes, nos detuvimos en un restaurante porque estábamos hambrientos. Realmente no sabíamos cómo pedir, ya que se trataba de un establecimiento especializado en un tipo concreto de cocina. Cada mesa poseía una vitrocerámica y el camarero te traía una olla y los ingredientes crudos, y el plato se iba haciendo frente a tus ojos. Un simple "queremos carne de ternera y verduras" bastó para que degustáramos este "cocido chino", y aún sobró comida.


En Ditan, lo menos interesante era el templo, ya que en este parque se celebraba una gran feria: una mezcla de carnaval, farolillos rojos, casetas de juegos, tómbolas, souvenirs, comida rápida china, muestras de artesanía, karaoke, etc. La muchedumbre se agolpaba frente a los puestos y era imposible acercarse sin que la embestida de una ola de gente te desviara unos metros de tu destino. Además, había que tener cuidado con las armas que llevaban los chinos (ramas florecidas de almendro y ciruelo de plástico, pinchitos de carne o de frutas caramelizadas, lanzas de madera, sombreros de bruja y demás objetos punzantes).
Judit y Dani compraron un diabolo (Dani es un verdadero experto en la materia), puzzles de 1000 piezas (1 euro el puzzle) y artesanías. Yo me compré un carpa (un pez) de tela, de esas típicas que se cuelgan y el viento mueve. Dani nos demostró qué podía hacer con su nuevo juguete, y en poco tiempo había reunido a decenas de chinos que lo observaban atentos, no por la novedad del juego, al que ya están aficionados, sino por la maestría con la que un occidental se desenvolvía.


Las malas traducciones al inglés nos perseguían. ¿Cuántas maneras distinas existen de escribir "prize" (premio)? ¿Peize? ¿Prixe? ¿Decisionis? ¿Lood for?

viernes, 8 de febrero de 2008

Cuento de Año Nuevo Chino (2ª parte)

Durante la noche, el Gran Dragón fue cerrando sus fauces de fuego y su rugido dejó de oírse por completo. A la mañana siguiente, el 7 de febrero (día de Año Nuevo), Judit, Dani y yo continuamos experimentando la fiesta china por excelencia. Elena y Jingmin no pudieron soportar el ritmo y "desertaron". Increíble, pero cierto, un mismo autobús pasaba por la parada de la universidad y nos dejaba en la misma puerta del Templo de la Nube Blanca, uno de nuestros destinos del día.

Pese a que las calles estaban bastante vacías y no había apenas coches, el templo estaba abarrotado de gente (lo cual no es raro tratándose de China), pero de una manera muy exagerada. Aunque China no es un país creyente, los hijos del Gran Dragón se reúnen los primeros días del año para acudir en masa a los templos y agasajar a los dioses taoístas, budistas o confucionistas con incienso a cambio de suerte, prosperidad, salud, amor y un largo etcétera de buenos deseos. Tal es la concentración de gente, que se despliega un gran dispositivo de orden en las puertas. La caseta de venta de entradas se queda pequeña y se utilizan unas furgonetas a modo de ventanillas de venta (1 euro la entrada). Afortunadamente, las colas avanzan rápido.


Nada más entrar, ya nos encontramos con otras tantas colas, pero como no teníamos ningún interés en ver a ningún dios en concreto, fuimos por libre. Unas colas servían para entrar en algunos templos pequeños y ofrecer incienso a esos dioses, arrodillándose en postura de súplica y moviendo las varitas de incienso (en este día está prohibido encenderlas por tu cuenta) de arriba abajo por encima de cabeza y hombros, para después lanzarlas a la gran hoguera; otras colas servían para tocar un trozo de pared o los animales del horóscopo chino.

Uno de los lugares que más nos llamó la atención fue una fosa, de la que colgaba una gran moneda gigante con una abertura cuadricular enmedio, de donde colgaba una campanita. El objetivo era acertar con unas monedas iguales pero más pequeñas a la campanita (véase vídeo). Como no nací para ser lanzador de pelotas de béisbol, la mía fue directamente a chocar contra la pared.






Después, seguimos paseando por el templo (digo "pasear" cuando realmente quiero decir "esquivar chinos"). Muchos ofrecían sus varitas de incienso a los monjes para que las tiraran a la gran hoguera, y los demás atiborraban a los árboles con ellas o cargaban las esculturas del templo con billetes, monedas y más incienso. Si no os gusta su olor, no os recomiendo ir, y si tenéis problemas respiratorios, el humo no tardará en asfixiaros.



La nota cómica la pusieron las traducciones al inglés. En el inglés de esta parte del mundo, puedes ir al toilot, pero fíjate bien de entrar en el correcto, o mon o womon (será por los pokemon?).

jueves, 7 de febrero de 2008

Cuento de fuegos artificiales

Como cuento en la entrada de más abajo, los occidentales estamos demasiado acostumbrados a seguir unos horarios concretos en lugares específicos, en lo que a castillos de fuegos artificiales se refiere. Eso es lo que esperamos durante un año entero y eso es lo que queremos, cualquier cosa distinta es rechazada.

En mi caso particular, he crecido esperando la noche de San Bartolomé, 24 de agosto, cuando mi pueblo celebra sus fiestas de verano. Cada año, a las 12 de la medianoche (si la lluvia lo permite) y desde Sa Punta des Molí, se lanzan decenas de palmeras de color al cielo, cientos de cohetes luminosos atraviesan las nubes, las aguas de la bahía no bastan para reflejar unos rayos de ilusión tan efímeros, el eco de las montañas retumba en nuestros pechos, el tiempo se detiene para contemplar 20 escasos minutos de este momento tan esperado.


Ayer me di cuenta de algo. ¿Y si me estoy equivocando?

Anoche los humildes petardos y cohetes lanzados desde el patio o la calle más sucia por un chino, que gastó gran parte de sus ahorros en esos rayos de ilusión, me parecieron vulgares, ordinarios, normales... No contemplaba su brillo ni dejaba entrar en mí la fuerza de su estruendo. Sólo veía el peligro de acercarse demasiado.

A las 12 todo cambió. No eran las vulgares tracas de una calle, no eran los petardos baratos de un vecindario, no eran las bengalas ordinarias de un barrio, no eran las normales palmeras de fuego de un distrito. Era todo: era la ciudad y el hutong, era la chispa y el rayo, era el caos y la armonía, era el uno y el "todos". Me sentí abrumado, me sentí rodeado, sentí miedo y curiosidad, simplemente me sentí bien.

El perfecto castillo de fuegos artificiales organizado por el ayuntamiento de San Antonio un 24 de agosto a las 12 de la medianoche en la bahía está bien para impresionar a los niños. Pero ya es hora de crecer. Es hora de hacerse un hombre, de que sea mi mano la que encienda la mecha de un vulgar cohete comprado en el maltrecho tenderete de la esquina. Tal vez su luz no ilumine un imperio ni su estruendo enmudezca cien cañones, pero si su brillo alumbra mi corazón y su sonido palpita en mi interior, ¿qué más puedo pedir?

Ayer recordé una escena de la película de Disney Aladín, cuando Jasmin y él acaban de cantar Un Mundo Ideal y se sientan a contemplar los fuegos artificiales desde un tejado chino (la Ciudad Prohibida?). Sin lámpara mágica ni alfombra voladora, he conseguido meterme en su piel, a falta de otro pequeño detalle...

Los cuentos sí pueden hacerse realidad, aunque no al pie de la letra. Y quien lo dude, que comience a leer.

Cuento de Año Nuevo (1ª parte)

¡Feliz Año Nuevo de la Rata! ¡Felicidades y que consigas una fortuna (traducción literal del chino)!

Hoy se celebra el día de Año Nuevo Chino, el de la Rata de tierra. La rata fue la más astuta de los animales llamados por Buda y cruzó la primera el río. Este es el año de los buenos auspicios económicos. Pero, como todos decimos, "yo no creo mucho en estas cosas..." Mejor, vamos con el cuento.

El día de ayer (que venía a ser nuestra Nochevieja) se presentó muy tranquilo. Judit y Dani me invitaron a comer lentejas con chorizo a su casa, un banquete al que no podía faltar, pese a que yo soy de los que sigue el dicho popular "las lentejas, si las quieres, las tomas; si no, las dejas." Pero en este Reino, un plato con aromas tan caseros es difícil de rechazar. De camino a su casa, la calle parecía más vacía y muchos comercios y puestos ambulantes estaban cerrados o no estaban; y un basurero me felicitó el año. Se empezaba a notar un aroma a pólvora en el ambiente, aunque ya hacía una semana que se podían oír petardos y ver farolillos rojos.

Al caer el sol, los hijos del Gran Dragón salieron a la calle e iluminaron el cielo pequinés con millones de petardos y fuegos artificiales. El ruido era ensordecedor. Desde mi torre, gracias a que la capital del Reino es bastante plana, podía ver entre los altos edificios los colores del fuego del Gran Dragón, cerca, lejos, a derecha y a izquierda: Pequín estallaba.

Más tarde, los guerreros Elena, Jingmin, Judit, Dani y yo decidimos acercarnos al centro. Confundidos por lo que se decía en la página web www.thebeijinger.com, pensamos que desde la zona de la Torre de la Campana o el Parque Jingshan veríamos un gran castillo de fuegos artificiales, digno del Imperio que inventó la pólvora. Nada más lejos de la realidad, es cierto que se veían palmeras de luz a nuestro alrededor, las compradas por los chinos, que lanzaban petardos desde cualquier sitio, corriendo grandes riesgos y poniendo en peligro a aquellos que andaban cerca. Una bella dama temblaba con los rugidos del Gran Dragón, el frío era lo menos preocupante. Nuestra mente occidental está demasiado acostumbrada a los fuegos artificiales planeados, que se lanzan desde un sitio en concreto a una hora específica.

Un poco decepcionados, nos metimos en un bar de Houhai a tomar algo. Como los precios de la carta daban más miedo que el fuego, nos pedimos unos tímidos refrescos. El bar estaba vacía, excepto por los dueños. ¡Vaya desilusión!


Pero, con las 12 campanadas, la Cenicienta descubrió todos sus encantos. La noche de San Juan parece silenciosa en comparación con lo que se oía en el primer día del calendario lunar chino. Los fuegos artificales se multiplicaron por diez, la ciudad estaba iluminada por todos sus rincones y los truenos retumbaban en el más escondido de los hutones. Realmente daba miedo salir a la calle.

Tras mucho esperar, nos arriesgamos a salir fuera y coger un taxi de vuelta a la torre. Como nosotros, cientos de personas también los buscaban (esta es la palabra: buscar), pero se ve que los taxistas disfrutaban tranquilos en sus casas del nuevo año, porque se veían pocos taxis y ninguno libre. Os resumiré en esta línea la hora y media de vagar por las calles, buscando esquinas libres, con el moquillo cayéndose y helándose, sin notar apenas la cara y a punto de perder los dedos de los pies por congelación. Después de mostrarnos la luz y el color de su fuego, el Gran Dragón se propuso matarnos de frío con su aliento helado. Sin embargo, tiene un punto débil, al que desgraciadamente debes recurrir en casos extremos.

Cuando la joven Judit paró uno de esos carruajes tan solicitados, quisimos entrar los cinco que éramos. Pero las normas dicen que sólo cuatro. Intentamos convencer al conductor explicándole que no había taxis, que llevábamos una hora y media caminando a menos 0 grados. Los hijos del Gran Dragón son demasiado cuadriculados, sólo el dinero puede hacerles más abiertos de mente. Por suerte o por desgracia, un taxista vende sus reglas por 20 yuanes más.

Oh, Gran Dragón, no será tan fácil acabar con nosotros...

lunes, 4 de febrero de 2008

Cuento de trineos

Aún a riesgo de repetirme, hoy os contaré de nuevo la experiencia de desplazarse sobre el hielo, pero con una pequeña variación: no utilizaré los pies para moverme.

Después de comer ayer, Judit, Dani y yo decidimos ir a un parque cercano a la universidad (esta vez con "cercano" quiero decir "20 minutos caminando") llamado el Parque del Bambú. En efecto, pese a la escasa vegetación y el color apagado del entorno, un oso panda sería el ser más feliz del mundo con tanto bambú alrededor. El río que cruzaba el parque y el lago estaban completamente helados y, como es normal, mucha gente patinaba sobre él.

Pero antes de saltar al hielo, un lugar me llamó la atención: un tablero de "ajedrez chino" a tamaño real con soldados con espada y carros de combate, aparte de otras figuras que no reconocí.


Y deslizándonos sobre las suelas de nuestros zapatos llegamos hasta el centro del lago. Una mujer nos ofreció un primitivo trineo hecho de tablas viejas y un par de "picahielos gigantes" para impulsarnos y controlarlo. Un euro por una hora, que obviamente no aprovechamos, ya que el frío comienza a calar a partir de la media hora. Fue divertidísimo. Dimos vueltas sobre el hielo, cronometramos un recorrido para ver quién era el más rápido, derrapamos y alguno se cayó un par de veces. Un placer del que disfrutaban pequeños y grandes, pues vimos a más de un abuelo y padre compitiendo con su hijo. También había gente deslizándose sobre sillas (sí, sí, sillas) o trineos con un asiento de cuero incorporado (primera clase).

Cuando ya dejamos de sentir los dedos de los pies, salimos del parque y entramos en calor con unas cuantas máquinas de gimnasio públicas.

Y colorín, colorado, este cuento deportivo se ha acabado.