martes, 12 de febrero de 2008

Cuento del Puente de Marco Polo

Érase una vez un aventurero italiano, llamado Marco Polo, que cierto día escribió estas palabras:



"Sobre este río se encuentra un muy bello puente de piedra, tan bello en realidad que hay pocos en el mundo que lo igualen." (Diario de Marco Polo)

Así describía este gran viajero veneciano en el siglo XIII el puente más antiguo de Beijing, que cruza el ya seco río Yongding. Su nombre no tiene más misterio que el de que Marco Polo fue el primero en presentarlo al mundo occidental, y la fama del puente se debe en gran medida no a sus palabras de elogio, sino al incidente del 7 de julio de 1937 por el que comenzó la Segunda Guerra Sino-Japonesa.
De nuevo, Judit, Dani y yo, convertidos en modernos Marco Polos, montamos a caballo (y en camello) para visitar tan elogiado monumento y dar fe de las palabras del explorador europeo. En realidad, cogimos dos autobuses y gastamos dos horas de nuestra vida en llegar allí, pues el transporte público y la información no es uno de los puntos fuertes del Gran Dragón. Otra vez la guía de autobuses se convirtió en nuestra estrella polar, ya que si sigues las direcciones de cualquier chino es más probable que llegues al Reino de Oz siguiendo el camino de baldosas amarillas (o escupitajos), que a tu verdadero destino.

Dadas las fechas en las que nos encontramos, lo último que podíamos esperar era turistas admirando el puente. Y, en efecto, éramos los únicos pieles blancas en muchos kilómetros a la redonda. ¡Sorpresa! Las tiendas estaban cerradas y nadie nos atosigaba intentando vendernos algo, aparte de la entrada. Libres cual palomas en Barcelona (en Beijing las tienen enjauladas como si fueran tesoros), paseamos a nuestras anchas, sin multitudes, por el recinto. Nada más llegar, unas graciosas esculturas nos dieron la bienvenida y nos enseñaron que la antigua ropa para niños sigue de moda, como hemos podido comprobar en muchas ocasiones.

El puente tiene una longitud de 266,5 metros y está construído con piedra de granito gris. Su peculiaridad es que alberga sobre sus pilares alrededor de 500 leones, cada uno diferente al resto y con crías entre las patas o sobre el lomo de los padres. Algunas de las figuras son enternecedoras.



Cerca del puente se encuentra el Castillo de Wanping (un conjunto de hutones amurallado), donde se alza el Museo de la Guerra de Resistencia contra Japón. Aquella tarde sólo éramos tres centinelas vigilando las murallas, y estábamos más interesados en lo que sucedía en el interior de ellas que en contemplar las vistas hacia la carretera.


Desde las alturas, era más fácil observar las estrechas calles entre las casas, los rincones donde se almacenaba la basura (¿alguien ha visto un container?), los pescados colgados en la pared, las antenas hechas de latas de refresco, los gatos, vivos o muertos por hipotermia, sobre los tejados...

En definitiva, he concluído que los canales, las góndolas y los palacios venecianos debían aburrir extremadamente a Marco Polo, para que se fijara de tal manera en un puente como este, situado en los suburbios de Beijing.















Aunque si Marco Polo se topó con unos niños tan encantadores como estos, ya puedo entender por qué su vista quedó cegada ante tanta inocencia y belleza...


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