viernes, 8 de febrero de 2008

Cuento de Año Nuevo Chino (2ª parte)

Durante la noche, el Gran Dragón fue cerrando sus fauces de fuego y su rugido dejó de oírse por completo. A la mañana siguiente, el 7 de febrero (día de Año Nuevo), Judit, Dani y yo continuamos experimentando la fiesta china por excelencia. Elena y Jingmin no pudieron soportar el ritmo y "desertaron". Increíble, pero cierto, un mismo autobús pasaba por la parada de la universidad y nos dejaba en la misma puerta del Templo de la Nube Blanca, uno de nuestros destinos del día.

Pese a que las calles estaban bastante vacías y no había apenas coches, el templo estaba abarrotado de gente (lo cual no es raro tratándose de China), pero de una manera muy exagerada. Aunque China no es un país creyente, los hijos del Gran Dragón se reúnen los primeros días del año para acudir en masa a los templos y agasajar a los dioses taoístas, budistas o confucionistas con incienso a cambio de suerte, prosperidad, salud, amor y un largo etcétera de buenos deseos. Tal es la concentración de gente, que se despliega un gran dispositivo de orden en las puertas. La caseta de venta de entradas se queda pequeña y se utilizan unas furgonetas a modo de ventanillas de venta (1 euro la entrada). Afortunadamente, las colas avanzan rápido.


Nada más entrar, ya nos encontramos con otras tantas colas, pero como no teníamos ningún interés en ver a ningún dios en concreto, fuimos por libre. Unas colas servían para entrar en algunos templos pequeños y ofrecer incienso a esos dioses, arrodillándose en postura de súplica y moviendo las varitas de incienso (en este día está prohibido encenderlas por tu cuenta) de arriba abajo por encima de cabeza y hombros, para después lanzarlas a la gran hoguera; otras colas servían para tocar un trozo de pared o los animales del horóscopo chino.

Uno de los lugares que más nos llamó la atención fue una fosa, de la que colgaba una gran moneda gigante con una abertura cuadricular enmedio, de donde colgaba una campanita. El objetivo era acertar con unas monedas iguales pero más pequeñas a la campanita (véase vídeo). Como no nací para ser lanzador de pelotas de béisbol, la mía fue directamente a chocar contra la pared.






Después, seguimos paseando por el templo (digo "pasear" cuando realmente quiero decir "esquivar chinos"). Muchos ofrecían sus varitas de incienso a los monjes para que las tiraran a la gran hoguera, y los demás atiborraban a los árboles con ellas o cargaban las esculturas del templo con billetes, monedas y más incienso. Si no os gusta su olor, no os recomiendo ir, y si tenéis problemas respiratorios, el humo no tardará en asfixiaros.



La nota cómica la pusieron las traducciones al inglés. En el inglés de esta parte del mundo, puedes ir al toilot, pero fíjate bien de entrar en el correcto, o mon o womon (será por los pokemon?).

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