jueves, 7 de febrero de 2008

Cuento de Año Nuevo (1ª parte)

¡Feliz Año Nuevo de la Rata! ¡Felicidades y que consigas una fortuna (traducción literal del chino)!

Hoy se celebra el día de Año Nuevo Chino, el de la Rata de tierra. La rata fue la más astuta de los animales llamados por Buda y cruzó la primera el río. Este es el año de los buenos auspicios económicos. Pero, como todos decimos, "yo no creo mucho en estas cosas..." Mejor, vamos con el cuento.

El día de ayer (que venía a ser nuestra Nochevieja) se presentó muy tranquilo. Judit y Dani me invitaron a comer lentejas con chorizo a su casa, un banquete al que no podía faltar, pese a que yo soy de los que sigue el dicho popular "las lentejas, si las quieres, las tomas; si no, las dejas." Pero en este Reino, un plato con aromas tan caseros es difícil de rechazar. De camino a su casa, la calle parecía más vacía y muchos comercios y puestos ambulantes estaban cerrados o no estaban; y un basurero me felicitó el año. Se empezaba a notar un aroma a pólvora en el ambiente, aunque ya hacía una semana que se podían oír petardos y ver farolillos rojos.

Al caer el sol, los hijos del Gran Dragón salieron a la calle e iluminaron el cielo pequinés con millones de petardos y fuegos artificiales. El ruido era ensordecedor. Desde mi torre, gracias a que la capital del Reino es bastante plana, podía ver entre los altos edificios los colores del fuego del Gran Dragón, cerca, lejos, a derecha y a izquierda: Pequín estallaba.

Más tarde, los guerreros Elena, Jingmin, Judit, Dani y yo decidimos acercarnos al centro. Confundidos por lo que se decía en la página web www.thebeijinger.com, pensamos que desde la zona de la Torre de la Campana o el Parque Jingshan veríamos un gran castillo de fuegos artificiales, digno del Imperio que inventó la pólvora. Nada más lejos de la realidad, es cierto que se veían palmeras de luz a nuestro alrededor, las compradas por los chinos, que lanzaban petardos desde cualquier sitio, corriendo grandes riesgos y poniendo en peligro a aquellos que andaban cerca. Una bella dama temblaba con los rugidos del Gran Dragón, el frío era lo menos preocupante. Nuestra mente occidental está demasiado acostumbrada a los fuegos artificiales planeados, que se lanzan desde un sitio en concreto a una hora específica.

Un poco decepcionados, nos metimos en un bar de Houhai a tomar algo. Como los precios de la carta daban más miedo que el fuego, nos pedimos unos tímidos refrescos. El bar estaba vacía, excepto por los dueños. ¡Vaya desilusión!


Pero, con las 12 campanadas, la Cenicienta descubrió todos sus encantos. La noche de San Juan parece silenciosa en comparación con lo que se oía en el primer día del calendario lunar chino. Los fuegos artificales se multiplicaron por diez, la ciudad estaba iluminada por todos sus rincones y los truenos retumbaban en el más escondido de los hutones. Realmente daba miedo salir a la calle.

Tras mucho esperar, nos arriesgamos a salir fuera y coger un taxi de vuelta a la torre. Como nosotros, cientos de personas también los buscaban (esta es la palabra: buscar), pero se ve que los taxistas disfrutaban tranquilos en sus casas del nuevo año, porque se veían pocos taxis y ninguno libre. Os resumiré en esta línea la hora y media de vagar por las calles, buscando esquinas libres, con el moquillo cayéndose y helándose, sin notar apenas la cara y a punto de perder los dedos de los pies por congelación. Después de mostrarnos la luz y el color de su fuego, el Gran Dragón se propuso matarnos de frío con su aliento helado. Sin embargo, tiene un punto débil, al que desgraciadamente debes recurrir en casos extremos.

Cuando la joven Judit paró uno de esos carruajes tan solicitados, quisimos entrar los cinco que éramos. Pero las normas dicen que sólo cuatro. Intentamos convencer al conductor explicándole que no había taxis, que llevábamos una hora y media caminando a menos 0 grados. Los hijos del Gran Dragón son demasiado cuadriculados, sólo el dinero puede hacerles más abiertos de mente. Por suerte o por desgracia, un taxista vende sus reglas por 20 yuanes más.

Oh, Gran Dragón, no será tan fácil acabar con nosotros...

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