jueves, 7 de agosto de 2008

Cuento sobre los Reinos del Mediterráneo: Menorca (I)

El Príncipe se había propuesto hacer un par de visitas a los Reinos vecinos para estrechar lazos entre islas, rememorar viejas amistades y avivar la llama de las más recientes.






Su viaje insular comienza por la llana isla de Menorca, una isla protegida por poderosos hechizos verdes que conservan intacta su maravillosa naturaleza. Rodeada de brillantes aguas turquesas, las sirenas contemplan su blanca arena desde las rocas soñando algún día pisar sus playas. La leyenda cuenta que una de ellas se transformó en piedra y aún puede verse en el puerto de Mahón. Los pueblos del interior parecen "haberse detenido en el tiempo", como dicen tantos documentales e incluso, en estas fechas de principios de agosto, las hordas de turistas no asolan sus tierras. La paz y la tranquilidad son el escudo de armas de este reino a orillas del Mediterráneo.

La anfitriones del Príncipe no son otros que los nobles Marc y Laura, ésta última gran amiga del Príncipe desde la universidad y compañera de "castillo" durante dos años. Ambos le muestran al Príncipe los tesoros que esconde su Reino: nadan en aguas cristalinas, visitan barrancos donde habitan centauros y sátiros, se adentran en las profundas cuevas de antiguos piratas, admiran a los hábiles caballeros montando briosos corceles durante los festejos de los pueblos y degustan los platos de la madre y la hermana de Laura, Lena y Paqui. Integran al Príncipe en sus juegos familiares de cartas junto al padre de Laura, Toni, y su cuñado herido durante la batalla, Javier.

Gracias por dos días inolvidables... y mágicos.

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