Mar, muchas gracias por tu hospitalidad. Te espero en Beijing.
jueves, 31 de enero de 2008
Cuento sobre Shanghai (3ª y última parte)
Mar, muchas gracias por tu hospitalidad. Te espero en Beijing.
miércoles, 30 de enero de 2008
Cuento sobre Shanghai (2ª parte)
martes, 29 de enero de 2008
Cuento sobre Shanghai (1ª parte)
viernes, 25 de enero de 2008
Cuento del Lago Helado
jueves, 24 de enero de 2008
Cuento sobre Hong Kong (4º y último día)
La vuelta fue una carrera contrarreloj y, finalmente, llegué media hora tarde a mi cita con Luis, que me esperaba con las maletas, listo para coger un taxi hasta el muelle. De nuevo, los mismos trámites de inmigración, una encuesta de si me había gustado Hong Kong, y en una hora ya estábamos pisando suelo realmente chino. ¿Y por qué digo chino, si Hong Kong y Macao también son chinos? Pues porque nada más salir del puerto en Shenzhen, nos recibieron con escupitajos y, al haber perdido el autobús hacia el aeropuerto por cambiar dinero antes, los taxistas se nos rifaban. Se negaban a poner el taxímetro y querían cobrarnos 5 euros por el trayecto, cuando un policía nos dijo que no podía costarnos más de 2 euros. Ya volvían a querer timarnos. De nuevo, la defensa alta y desconfianza hacia todos y todo lo que no tenga un precio bien estipulado. Como no somos tontos (el Camino de la Sabiduría había surtido efecto), dijimos que "naranjas de la China" y esperamos durante 40 minutos el siguiente autobús GRATUITO sentaditos en los escalones del puerto.
Como no había comido desde el desayuno y ya eran las 6 de la tarde, me lancé a por un sandwich en el aeropuerto: grave error, porque no valía lo que costaba. Así que esperé con ansia la comida del avión... y aún sigo esperando. Que quede claro: a las 10 de la mañana sirven una auténtica comida con pollo, tallarines y arroz; y a las 8 de la tarde sirven una merienda con dos bizcochitos y gelatina de piña. ¡No entiendo nada! Una de las azafatas se sorprendió cuando le pedí un vaso de Coca-cola en chino, y ya empezó con las preguntas. No sé por qué le dio por preguntar si en mi universidad se estudiaba francés, y que estaba muy interesada por el idioma. Y yo pensaba: "¿y a mí qué? ¿Me has visto cara de saber francés?" Pero me quedé en un simple "no sé" y una sonrisa, que siempre queda bien.
Y ya os conté cómo acababa el cuento en Beijing, con 9 grados bajo cero. El camino de vuelta en taxi fue muy tranquilo para mí, ya que me adormilé mientras Luis no paraba de hablar con el taxista: ¿Tienes hijos? ¿Qué estudian? ¿Qué temperatura hace fuera? ¿Cuántos kilómetros tiene el 5º anillo? Empiezo a pensar que Luis es un chino disfrazado y con acento granadino. El Gran Dragón nunca duerme y manda a sus espías...
miércoles, 23 de enero de 2008
Cuento sobre Macao (3r. día)
Nuestro destino hoy es la antigua colonia portuguesa de Macao, otra región administrativa independiente de China, como Hong Kong. Por este motivo, debemos pasar otra vez por los trámites de inmigración: primero, salida de Hong Kong y, luego, cola de media hora para entrar en Macao (y mismo proceso a la inversa cuando regresamos a Hong Kong). En Macao, la temperatura era al menos 8 grados inferior a la de Hong Kong y hacía mucho más frío (6ºC más o menos), así que no apetecía mucho estar en la calle; además, estaba muy nublado y lloviznaba.
¡Atención al número cuatro en números romanos del reloj del Museo de Macao y a una de las esculturas que pueblan la ciudad! En algunos cuentos las esculturas cobran vida; en éste, no sé a qué se dedicaría tan bella dama...
martes, 22 de enero de 2008
Cuento sobre Hong Kong (2º día)
En el centro, visitamos el edificio del Bank of China, uno de los más emblemáticos de Hong Kong, por su peculiar forma, y la catedral de St. John, de estilo colonial y que contrasta con los rascacielos a su alrededor.
Al bajar de la montaña, un español que nos oyó -o mejor dicho, me oyó hablando solo para el vídeo que grababa- se acercó a curiosear sobre nuestras vidas. ¡Lo que puede unir la lengua cuando estás fuera de tu país! Visitamos otra zona comercial y una calle de antigüedades rápidamente, ya que luego habíamos quedado con un amigo hongkonés de Luis. Sammy, así se llamaba el chico, nos llevó a un restaurante y pidió comida hongkonesa, que a mí me supo a comida china normal, aunque el chocolate caliente del Starbucks que me había bebido media hora antes no ayudó a que probara tan deliciosos manjares...
Antes de volver al hostal, pasamos por Temple Street, una calle sin fin al puro estilo de mercadillo gitano, con videntes y puestos de consoladores y demás artículos sexuales incluidos. El lugar perfecto para comprar bolsos, relojes y productos electrónicos falsos.
Con un día así, poco nos costó conciliar el sueño, aunque durmiéramos sobre la cama de Pulgarcito. Y aquella noche soñé que me había convertido en dios y los chinos me adoraban...