miércoles, 23 de enero de 2008

Cuento sobre Macao (3r. día)

De nuevo el despertador suena a las 8 de la mañana, pero no nos levantamos hasta las 9... ¿Pereza? ¡No! Sólo más cansancio acumulado, supongo...

Nuestro destino hoy es la antigua colonia portuguesa de Macao, otra región administrativa independiente de China, como Hong Kong. Por este motivo, debemos pasar otra vez por los trámites de inmigración: primero, salida de Hong Kong y, luego, cola de media hora para entrar en Macao (y mismo proceso a la inversa cuando regresamos a Hong Kong). En Macao, la temperatura era al menos 8 grados inferior a la de Hong Kong y hacía mucho más frío (6ºC más o menos), así que no apetecía mucho estar en la calle; además, estaba muy nublado y lloviznaba.

Nos dan la bienvenida decenas de lujosos hoteles y casinos, uno de los rasgos distintivos de Macao. Como ya se nos había hecho tarde, optamos por comer algo rápido. ¡Sí, lo habéis adivinado! Esta vez tocaba Burger King. Mmmm, sabor portugués... Después, nos dirigimos hacia la iglesia de San Pablo, o mejor dicho, lo que queda de ella, o sea la fachada. Situada en lo alto de una colina, posee unas magníficas vistas sobre el centro de la ciudad, pero realmente no tiene mucho más interés.


Al este de esta fachada, encontramos la Fortaleza do Monte, un cuartel diseñado para resistir un largo sitio, aunque la historia nos cuenta que sus cañones sólo se dispararon en una ocasión, durante una frustrada invasión holandesa en 1622. En un día más caluroso y soleado hubiera apetecido pasear más por este castillo, pero tras una vuelta rápida, pusimos rumbo al centro de la ciudad.

No puedo decir que Macao me entusiasmara demasiado, pero debo reconocer que tiene rincones encantadores, como plazas importadas directamente desde Lisboa y cementerios pintorescos. ¡Cómo me acordé de Juanjo, cuando se empeñó en meternos en un cementerio en Edimburgo para hacer fotos!

Sin embargo, esta ciudad no pudo retenernos más de 5 horas y navegamos de vuelta a Hong Kong para aprovechar la tarde de compras. No por mí, que ya tenía bastante con mi cámara digital, sino por Luis, que esta vez iba a la caza de un ordenador portátil. Cenamos en un Pizza Hut, que no es comida rápida, ya que fuera de España los Pizza Hut son restaurantes bastante caros y no tienen nada que envidiar a los restaurantes de lujo.

El momento más sorprendente lo viví cuando ya volvíamos al hostal, al ver una fila de chinos haciendo cola perfectamente, uno detrás de otro a lo largo de más de 10 metros, para subir al autobús, una lección de civismo que cualquier ciudad europea o estadounidense envidiaría. Definitivamente, Hong Kong no es China, donde las colas son un sueño del que sólo se despiertan los días 11 de cada mes.


¡Atención al número cuatro en números romanos del reloj del Museo de Macao y a una de las esculturas que pueblan la ciudad! En algunos cuentos las esculturas cobran vida; en éste, no sé a qué se dedicaría tan bella dama...

1 comentario:

Anónimo dijo...

¡¡¡Jooo!!! ¡Qué envidia! Con tus crónicas o cuentos, mejor dicho, dan ganas de irse volando para alla. ¡Ah, y tambien dan ganas de irse a un Donkin Donuts!jejeje. Espero que dentro de 3 semanas,me informes asi de los cuentos. muchos besos.LILO