Érase una vez un Reino, bañado por las cristalinas aguas del Mar Mediterráneo, que una mañana despertó con un nuevo habitante entre sus muros. Aquel niño creció fuerte y sano gracias al sudor de sus padres y calmó su llanto entre los brazos de las viejas sabias. El joven muchacho recibió la mejor educación que le podían ofrecer y absorbió todos los conocimientos a su alcance. Pronto empezó a distinguirse de los demás caballeros por su escasa pericia en el manejo de la espada, pues no había nacido guerrero. Sus armas no procedían de la forja...
Las palabras le fueron abriendo un mundo más allá de las aguas, pero en los corazones de los habitantes de aquel Reino también descubrió océanos de amistad, cielos de confianza y abismos en los que es mejor no adentrarse. No tardaría en descubrir que los libros no poseen todas las respuestas y que un problema siempre puede tener más de una solución. Las princesas más bellas y los espadachines más diestros le hicieron partícipe de sus grupos y se forjaron poderosas alianzas.
Las palabras le fueron abriendo un mundo más allá de las aguas, pero en los corazones de los habitantes de aquel Reino también descubrió océanos de amistad, cielos de confianza y abismos en los que es mejor no adentrarse. No tardaría en descubrir que los libros no poseen todas las respuestas y que un problema siempre puede tener más de una solución. Las princesas más bellas y los espadachines más diestros le hicieron partícipe de sus grupos y se forjaron poderosas alianzas.
Sin embargo, aquel joven encontró en las olas un obstáculo para su camino. Con la ayuda de sus padres y la de la caprichosa Hada del Destino, consiguió montar a lomos de un caballo alado que lo llevaría a tierras más lejanas. Allí aprendería a dominar la fuerza de las palabras y la magia de la comunicación entre culturas. Muchas personas encontró en su camino, a veces maestros expertos en la lucha, otras veces alumnos inmaduros, pero siempre amigos y amigas leales ante la soberbia juventud.
Muchas de sus aventuras han sido olvidadas a propósito por el cuentacuentos, pues la historia que ahora nos ocupa, habla de un Gran Dragón que despierta y necesita la ayuda de intrépidos caballeros y bravas amazonas que hablen su lengua, para evitar que su fuego arrase las páginas de cuentos pasados y queme las manos de quienes aún poseen un tintero rebosante de vida...
Y colorín colorado este cuento aún no se ha acabado...
2 comentarios:
Mi hada Wandjina (algún día te la presentaré), desde su mágico y oculto mundo sólo puede decir una palabra: GENIAL!!!
¡Vaya!Ya veo que, a pesar de la edad, no soy el único que se relaciona con hadas y que cree que en toda persona hay un mundo de magia, que espera ser descubierto por un cuentacuentos.
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